Cuando la raíz debe cumplir su misión
Dentro de la capacidad de entender la vida, el hombre siempre es el último en enterarse, sin embargo siempre tiene la leve sospecha de algo, la presunción de lo que posiblemente está pasando, aunque nadie se lo quiera decir, aunque le oculten todo, siempre la verdad sale a relucir sin tener en cuenta qué tanto fue la espera, sin tener en cuenta el movimiento del segundero de un reloj.
La venida de lo que hemos esperado saber, de la verdad y de descubrir lo oculto que no nos dejan ver a plena luz, se nos muestra, quizás en buen momento, quizás en mal momento, muchas veces el hombre que espera ese momento se cansa de esperarlo y olvida lo que anhela, pero luego cuando toda esperanza se marchita en el olvido, una raíz aún sana y abonada recibe una gota de agua y se aferra a la tierra levantando su tallo como un pequeño lirio sembrado en busca de la luz solar que llega en una mañana fresca.
La sombra de lo que no sabíamos queda al descubierto por esa luz, posiblemente la luz dure doce horas, pero podemos tener la esperanza de que esa luz podrá volver para alumbrar una vez más nuestro tallo, para darnos la felicidad de poder ver con claridad y levantar más aún el tallo hacia donde queremos que llegue, y así florecer, abrir nuestras ramas y frutos con una raíz firme y un tallo erguido.
Dios, solo él sabe qué tanto sufre una raíz esperando ser un árbol progenitor de otra vida.