Inclusión

November 02, 2023
Humanos Vida

Es difícil encajar en un sitio, desde pequeños cuando nacemos en el seno de una familia vamos intentando adaptarnos al entorno, a nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros primos, tíos, abuelos. Luego viene la adaptación a nuestros vecinos, compañeros de clases, compañeros de actividades extracurriculares y así.

Poco a poco vamos en esa búsqueda de encajar, de adaptarnos al entrono y al grupo social en donde nos toca convivir. Reseñando que todo esto la mayoría de las personas lo hacemos dentro de un mismo territorio quizás pueblo, barrio, ciudad, país.

Y vaya que aún siendo dentro de ese marco territorial es difícil para unos, quizás fácil para otros, pero no todos tenemos el don de la sociabilidad. O quizás lo tenemos pero somos de gustos raros. O quizás nos gusta socializar de manera no tan común. Y esa excepción de lo común hace más difícil el poder encajar. Quizás intentando ceder más de lo que deberíamos solo por mantener relaciones sociales con los demás. Por naturaleza somos seres sociales.

Pero la adaptación se torna más difícil cuando salimos de ese entorno o territorio que creemos es nuestro, nuestra idiosincrasia. Empieza un debate interior entre regresar y continuar, entre entender otras lenguas, otras maneras de expresión, otras maneras de pensar, otros matices del ser humano. Creo que se cede el doble de lo que se cedía en el lugar de origen de nuestra vida.

Hay personas más carismáticas y pueden lograr solventar rápidamente, otras tantas no y se hace cuesta arriba. Hay otros casos en los que por ser de un territorio tal o cual vamos etiquetados por el comportamiento o el común dominador de lo que se piensa que una sociedad es así y ya. Prejuicios incongruentes.

Eso pasa mucho sobre todo con personas de países que han sufrido guerras y huyen, de países que son pisados por las botas de hierro de sus gobernantes. Países donde los ciudadanos están entre una pared y muchas espadas.

Hace un tiempo me llegó un mensaje que decía algo como: huimos de las personas no de las tierras.

La inclusión en nuestro propio hogar, de donde somos, a veces resulta difícil. La inclusión fuera de dicho hogar resulta mucho más que difícil. Y debemos aguantar sol y lluvia, algunos aguantan esos cambios de clima de la mejor manera posible, en silencio con sus pensamientos, recuerdos, añoranzas, cúmulo de sentimientos. Otros tantos no aguantan nada y se derrumban, cometen actos sin sentido, reniegan, maldicen y se desequilibran.

Al final somos humanos transeúntes del mundo y de la vida, dejamos huellas, dejamos vidas, cargamos con los recuerdos, las experiencias, las heridas y cicatrices. Viajamos con una maleta más pesada que el equipaje y es la maleta de nuestra personalidad, la que siempre irá cambiando según las circunstancias.

Pero lo que no cambiará es el hecho de sentirnos incluidos en una sociedad, sea cual sea, porque queremos sentirnos queridos, amados, aceptados, queremos formar parte de algo, queremos dar y recibir. Queremos saber que existimos, que estamos vivos.

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