Pequeños en el mundo, ínfimos en el universo
Es posible que el ser humano hasta ahora sea la especie más privilegiada y grandiosa del universo, siempre y cuando no tengamos conocimiento de la existencia de una otra especie viviente e inteligente en el universo conocido.
Aunque el avance de la exploración espacial deja más preguntas que respuestas, se ha logrado resolver algunas respuestas que eran intrigantes. Se están resolviendo en la práctica algunas teorías físicas de la composición de nuestra galaxia, del universo, el tiempo y otras magnitudes, y probablemente más temas que desconozco.
Y cuando miro toda la vastedad de universo casi infinito, que se logra percibir con la mirada de los telescopios, me sigo asombrando cada día, sigo impresionado en lo ínfimo que somos ante tanta grandeza universal. Hace varias publicaciones que menciono esto porque es increíble y cada día que aparece un nuevo descubrimiento me sigue asombrando, no pierdo la capacidad de asombro.
Imagino a los físicos, astrónomos o cualquier persona curiosa que investiga, que han de sentir lo mismo o quizás el doble de lo que siento, los imagino con una alegría constante ante tanta grandiosidad. A veces quisiera formar parte de esos descubrimientos y estudios, pero no es mi rubro.
A veces imagino que somos una mota de polvo en el universo, y aún así existen microorganismos más pequeños comparados con nuestros estándares de dimensiones corporales de seres humanos.
Y pese a todo lo anterior, me cuesta pensar que en el mundo, siendo pequeños en el mundo, ínfimos en el universo, sigamos en un mar de batallas continuas, de zozobras, de egoísmos, de violencias, de desidias. Me cuesta pensar que seguimos siendo ignorantes de nuestra dicha de ser, de existir, de saber.
Así como mi capacidad de asombro permanece cada día que se descubre un elemento nuevo en el universo, también se mantiene mi capacidad de asombro cuando aparece una nueva estupidez humana.
