¿Una guerra?
No, gracias.
Nadie en su sano juicio quiere o desea una guerra para un pueblo, para una nación, para una persona. En la Venezuela de hoy, todas las opiniones referente a la apuesta por una guerra o no, están contrariadas por una u otra razón, más las opiniones de afuera que de adentro, pero lo cierto, lo real y tangible de la realidad venezolana es que desde hace muchos años existe una guerra interna, una guerra que nunca se declaró como tal, pero que se ha materializado día a día en diferentes fases y facetas.
Las guerras pueden empezar con un pensamiento o un lápiz y terminar con una bomba nuclear, el único resultado de una guerra es la desunión, la muerte, la destrucción, la inmoralidad y todo lo que tenga que ver con una separación del sentimiento y la razón. Eso es lo que ha sucedido en Venezuela.
Así que quienes estén en contra de una guerra en Venezuela, están muy alejados de la realidad actual que allí dentro se está suscitando, por muchos años ya existe, se ha materializado, entiendan que la guerra está sucediendo en este instante en que escribo estas líneas. Entiendan que ha sido progresiva y esquematizada, bien pensada y con la única intención de disolver el gentilicio y la idiosincrasia del venezolano, para finalmente otorgar un poder absoluto sobre personas que seguramente nunca supieron ni experimentaron la riqueza de la vida, personas que ahora son utilizadas como títeres.
Una invasión sistemática y bien premeditada por parte de gobiernos autoritarios de otras naciones, una posesión de territorios, bienes materiales y cargos, un control de las mentes dóciles y ávidas de reconocimiento, personas que al final sí fueron reconocidas pero de manera enmascarada.
Es dura la realidad venezolana y si es por una intervención externa en pro de una reestructuración, entonces no es cuestión de guerra, porque reitero, la guerra está latente desde hace años.