Adolescentes para toda la vida
A veces siento que pierdo un poquito de fe en la humanidad, pero cuando veo un nuevo amanecer y escucho la enriquecedora voz de un niño, se me pasa.
Quizás el mundo está vertido en un desasosiego promulgado y patrocinado por grupos que de alguna manera en el subconsciente nos hacen sentir necesitados de muchas cosas que lo más probable ni siquiera necesitamos. Algunos podrán decirme que estoy entrando en materia de los anticonspiracionistas o los terraplanistas o qué sé yo; pero lo cierto es que así se mueve el mercado real, siempre se ha movido así, hoy explota una bomba en un lugar con la intención de mover el mercado en otro lugar, hoy se riega un pesticida con efectos secundarios en un lugar y se mueve todo el mecanismo económico en otro lugar y así se va girando el mundo de la economía y los intereses de poderes.
No son mentiras esas causas y efectos, pero tampoco justifican el caer en un fanatismo ciego en el que reniego todo lo anterior pero con mi buena ropa de marca, buenos zapatos, un reloj “inteligente”, mi cabello bien lavado con champú y mi cuerpo oloroso de jabón perfumado, talco en las nalguitas y a protestar se ha dicho.
Los adolescentes de hoy así como todos los adultos fuimos en algún momento adolescentes, tienen su clímax de la etapa más dócil de la vida, una etapa en la que creemos tener la verdad de nuestro lado y solo de nuestro lado, una verdad que nos la alimenta cierto héroe o ídolo de carne y huesos que se aprovecha en el momento indicado para entrar en la mente y señalar la guía precisa, acobijando el cuerpo emocional sobre una tutela ocasional, muy parecida a la suerte.
La diferencia entre los adolescentes de hace 20 años y los de ahora, es la rapidez de la información, la difusión de la falsa empatía de ese héroe o ídolo mortal. Calan muy rápido los efectos de la oración, la palabra y el verbo bien relatado, los cuentos con caricaturas bien elaboradas pero con argumentos efímeros, difusos, argumentos que desaparecen detrás del telón.
Y así como se mueve la economía por causa de alguna bomba, también se mueve la economía por causa de alguna oración reluciente. Suenan las alarmas y salen todos esos jóvenes a emprender un nuevo ciclo de la guerra constante entre capitalismo y socialismo, entre la bolsa, el mercado, la riqueza y la pobreza, entre los valores que ya ni sabemos dónde están dentro tanto desorden.
Es solo eso, un pequeño desorden donde se confunde en el follaje ese ser humano sentado allí, observando e intentando asimilar tanta información bombardeada a través de la tecnología que acelera su paso día a día. Un ser humano de edad media que no sabe si es niño, adolescente o adulto, pero que sigue rebelde en las tres etapas sin saber por qué y sin que nadie le dé razón de eso.
Me queda un nuevo amanecer y la voz enriquecedora de un niño, algo se puede hacer todavía.