Cuando aprendemos música
Cuando aprendemos música, también aprendemos un poco de: matemática, tiempo, líneas, puntos, figuras, sonidos, ruidos, metales, vientos, madera, cuerdas, percusión, cuero, nailon, pulsos, espacios, matices, colores, expresión corporal, tensión, vibración, arreglo, melodía, armonía, sinfonía, contrapunto, métrica, timbre, voces, silencios, conjunto, acústica, escalas, alteración, disonancia, tono, acompañamiento, simpatía, cromatismo, compás, en fin.
Todo eso y muchas cosas más debemos aprender para poder expresar el bello arte de la música, pero aún así cualquier persona sin conocer la base teórica de todo eso, también logra expresar el bello arte de la música, los famosos llamados empíricos y algunos otros virtuosos o genios de la música.
Pero muy en el fondo del conocimiento y lo empírico, cualquier persona que expresa la música sabe que para que todo funcione debe existir una relación armónica en todo eso. Es por eso que la música se ha convertido en lenguaje universal para la humanidad, un lenguaje que reúne todo ese conjunto de teorías.
Así que sin considerar que usas negras o blancas, redondas o cuadradas, lentas o rápidas, sin tomar en cuenta que escribes en clave de Sol o de Fa, si practicas yoga o tai-chi, que seas ciego o clarividente, el único requisito que exige la música es simplemente que el conjunto esté armónicamente relacionado y que una cosa no perturbe a la otra, cada elemento cumpliendo su función, teniendo su tiempo, su fracción, su espacio.
Cuando aprendemos música, aprendemos una manera diferente de vivir.