¿Es perfecto el tiempo de Dios?
Ojalá las notas de una flauta, los acordes de un cuatro, el vaivén de unas maracas o el punteo de un arpa llanera pudieran producir un estímulo sentimental en quienes profesan una ideología que tiene como objetivo la desunión y la destrucción.
Se ha sembrado una desunión enorme entre nuestra razón y el sentimiento, entre nuestro núcleo familiar y finalmente, entre la sociedad que integra cada familia. Se propagó una ola de miedo, nos enjaularon y nos encerraron a todos, nos hirieron el corazón y nos mantuvieron arrodillados. Algunos tuvimos que levantarnos como pudimos, con pocas cosas, algo de conocimiento y empezar de nuevo, aquí, allá, en donde seamos bien recibidos, porque no hay garantía en que lo que vivimos durante muchos años sea reconocido o aceptado al 100% de manera óptima e íntegra en otros lugares.
Cada mañana me levanto pensando: hoy será un buen día, mejor que ayer. Es difícil ocultar esa herida interna. Es un sentimiento que se oculta bajo una sonrisa fingida que acompaña a ese pensamiento optimista. Y sí, el día va bien, gracias a Dios marchó muy bien. Pero ¿qué hay allá con la gente que añoras, que quieres, que amas? ¿qué hay de ellos, lo pasaron bien también? ¿qué hay con ellos que quedaron dentro de una eterna lucha con ellos mismos y con su entorno?
Resulta difícil pensar que quienes gobiernan no tienen corazón o sentimientos reales, dignos, humanos. Resulta difícil pensar que quienes están afuera en sus sillas y salones de reuniones, esos que toman decisiones tampoco se pongan la mano en el corazón y sientan compasión. Estamos desasistidos totalmente, entre una pared y muchas espadas. Son 20 años de una cosa tras otras, 20 años de injurias, perjuicios, falta de respeto, dolor. 20 años que se pronuncian y se escriben muy rápido, pero que han sido agujas clavadas lentamente en la mente, el espíritu y el cuerpo de muchas personas.
Nos consienten y tranquilizan con la frase: el tiempo de Dios es perfecto. Pero pareciera que para muchos su dios es el mejor provecho que le sacan a cada situación y cada momento que se suscita, y alargan ese tiempo de la manera más conveniente. La persona de a pie confía y confía, arriesga su vida y finalmente, pareciera no pasar nada significativo. Sentimos que avanzamos, nos movemos, pero deslizamos y nos mantenemos en el mismo lugar.
No sé si detrás de la cortina, dentro del camerino de los actores principales están haciendo un guión alterno al guión que estamos viendo los de este lado del escenario, pero se nos va la vida como agua entre las manos y toda la felicidad plena que podemos haber conocido quedará pendiente para la siguiente vida.
Sí conozco la felicidad pero a medias, y seré bien terco, porque el hecho es que si yo estoy bien, también quiero que todos mis iguales a mí, mi familia, mis amigos, la gente en general, deseo que estén bien. Y no es tarea de una sola persona, es tarea de todos, de entender que somos pasajeros de este mundo y no venimos a imponer leyes sobre otros, a imponer muerte sobre otros, a imponer…
Venimos a este mundo a vivir una experiencia, aprender y convivir.