El respeto como ley de vida
Hace poco conversando con los compañeros de trabajo entramos en temas filosóficos como el comportamiento general del hombre y el comportamiento general de la mujer. Yo, entre mis locuras, comentaba que eso básicamente se pudiera deber a las tradiciones y costumbres que por muchos años la sociedad ha ido alimentando y retroalimentando, heredando patrones de conducta hasta en nuestros genes.
Después de ese tema, entramos en el tema de sociedades e incluso la libertad, que me pareció bien porque éramos tres culturas totalmente opuestas en la conversación, de diferentes géneros, épocas y edades. Me hizo reflexionar mucho el hecho de que ciertamente debemos tener la mente muy, pero muy abierta al momento de hacer referencias de un personaje, una religión, una política de estado o cualquier tótem ajeno.
Finalmente, dentro de la reflexión de ese acontecimiento, solo en casa, me di cuenta que dentro de esas diferencias de edades, géneros, culturas, épocas; siempre se mantuvo el respeto en el diálogo y conversación. Creo que no existe ley más poderosa a la que debemos obedecer que no sea el respeto, porque de ahí se desprenden muchas buenas razones para tener libertad plena, sea en el aspecto que sea, siempre que existe respeto de uno mismo y hacia los demás, existirá libertad plena, sin condiciones que alimenten el ego, la avaricia o que perjudiquen un estatus de condición humana determinada.
El respeto debe ser tanto hacia nosotros mismos como hacia las demás personas, no importa edad, color, género, raza; lo importante es que siempre será recíproco.
