Metamorfosis mental
El Papa Francisco sugiere que la libertad de expresión tiene un límite, está en lo cierto porque si bien es cierto que uno puede manifestar lo que se piensa y lo que se siente, también es cierto que no debemos abusar de ese privilegio, existen infinidades de sociedades que están inmersas en infinidades de paradigmas que restringen la libertad de expresión, por otro lado, otras sociedades que son extremadamente libres para expresarse.
El ser humano en cualquiera de los casos, ha cruzado barreras que ponen en tela de juicio la honestidad, el respeto, la paciencia, en fin; la vida misma se ha convertido en una caja de sorpresas, un evento inesperado que se produce a raíz del abuso y exceso de libertad de expresión y de confusión en cuanto hasta dónde llega dicha libertad. A veces actuamos u opinamos algo que representa la descalificación de una persona, un gremio, una sociedad, una religión; y toda esa descalificación, sin razón alguna se convierte en una revancha, una venganza violenta que finalmente también perturba el sentido de la razón. Son dos juegos irracionales.
La base fundamental para la paz y el progreso de todas las sociedades, para la estabilidad de la libertad y la pertenencia de la identidad es el conocimiento, en dicho conocimiento podemos tener intrínseco de alguna manera el respeto hacia nuestro prójimo, la cordura al momento de hacer una opinión de alguien, la aceptación de las diferencias entre sociedades y sobre todo el entendimiento de que no somos los dueños de la vida de nadie, ni de la de nosotros mismos, no nos corresponde quitar la vida de alguien, solo nos corresponde mantener y darle continuidad a la vida humana, preservar la naturaleza, aprender a convivir.
Debemos hacer una metamorfosis mental, cultural, humana, y parafraseando a Jean-Paul Sartre: debemos entender que nuestra libertad termina donde comienza la libertad del otro, es un principio de respeto y convivencia.