Más compasivo de lo que soy
A veces no hay valor en las cosas que decimos, más si los seres que amamos no nos consideran como autores propios de crecimiento, retroalimentación y desaire por alguna observación recibida.
Tienen valor las palabras tanto aduladoras como las críticas, son más duras las críticas porque siempre deseamos escuchar buenas cosas de nosotros y cuando no resulta así, nos enfadamos a tal punto de desconectarnos de la retroalimentación y nos convertimos en ese niño malcriado y extremadamente sensible que alguna vez fuimos.
Me ha sucedido, me enojo cuando alguien me dice directamente una crítica, sin embargo detrás de las palabras veo venir la intención, no sé qué dirección tiene, pero tomo la crítica y ciertamente empiezo a analizar.
Muchas veces cometí la imprudencia de adelantarme a los hechos y contradecir algo en pleno momento, poco a poco fui mitigando esa alteración directa durante una crítica porque al final el resultado se convierte en una nube tormentosa de palabras que no llegan a nada.
Es como la lectura, muchos leemos de manera muy rápida y fugaz, pero no consideramos el hecho de reflexionar lo que leemos, lanzamos una idea también rápida y fugaz, sin darnos el tiempo de interpretar realmente lo que se manifiesta, y en consecuencia, cometemos el error de etiquetar y enjuiciar sin antes percibir la intención verdadera o el motivo sincero detrás de las palabras.
Probablemente debo ser más compasivo, más aún de lo que soy.
