Una dualidad casi absoluta
En estas fechas de Adviento y fin de año se esperan muchas cosas, entre compartir, fiestas, celebraciones, reflexión sobre el año vivido. Por otro lado se esperan tiempos de paz, de comercio, de dar y recibir. Y se renueva la esperanza. Quizás se hará un balance de la situación, se harán listas de compromisos, de deseos, de nuevos retos para cumplir.
Durante estas fechas se manifiestan posibles profecías de acontecimientos, avances de la tecnología, vertiente de la economía, descubrimiento de algún planeta, hallazgos de una nueva materia y proceso para la energía eterna.
En fin, se pudiera decir que son muchas variantes que esperemos, posiblemente son pocas las que daremos, y todo cambiará, hagamos o no hagamos, todo cambiará. Y quizás la omisión generaría muchas más consecuencias que lo que pudiéramos hacer, de lo que pudiéramos pensar.
Esa omisión, amiga discreta que nos dicta el discernimiento en que mientras no nos involucremos no seremos responsables sobre los hitos que se producen en esta gran sociedad, una sociedad que cada día se ha ido unificando por una globalización causa del maltrato gubernamental y su efecto migratorio, el avance de los medios y canales de comunicación, la rama del querer estar en la distracción y sumergirnos en un mundo paralelo que nos desconecta de esta realidad un tanto ilógica, un tanto racional, un tanto paradójica y a veces sentimental.
Qué puedo decir que no se haya dicho sobre la guerra y la paz, sobre el negro y el blanco, sobre arriba y abajo, qué puedo decir más que seguimos en este único mundo hogar, pero con una casi absoluta dualidad.
