El cuatro desafinado
Hace unos cuantos años experimenté algunos sonidos con el cuatro afinándolo de otra forma.
Todo comenzó cuando hicimos una mudanza de casa. Conseguí un cuatro dentro dentro de su estuche, ni siquiera sabía de la existencia de ese cuatro en mi casa, lo saqué y estaba bastante maltrecho, golpeado y un agujero muy grande en la caja de resonancia, unos cuantos adhesivos médicos como que quisieron repararlo pero en vano, estaba bien dañado el pobre.
Medio lo afiné en su tono tradicional, pero como estaba roto producía sonidos raros, decidí remendarlo con cinta adhesiva para embalaje. Luego para que no se forzara la caja de resonancia lo afiné tono y medio más bajo de la afinación tradicional, me gustó el sonido que generó y comencé a hacer pruebas y experimentos.
En primera instancia era una afinación más suave para las cuerdas, no están tan tensas, viene bien para quienes tocan el cuatro con uñas cortas, la sonoridad es dulce, muy sutil, no es ni muy aguda ni muy grave, si se toca con punteo acentuado se asemeja a una bandola.
Grabé unas cuantas pruebas improvisadas de punteos melancólicos, juegos de armonías. Cuando grabé lo hice inventando y jugando.
Entre tantas cosas que grabé, hice improvisaciones y variaciones sobre el círculo armónico del polo margariteño, me gustó cómo se escuchaba. A pesar de estar bastante deteriorado el instrumento le pude sacar un sonido, recientemente volví a escuchar la grabación del polo.
El cuatro es un instrumento muy noble, muy versátil, hasta en las peores circunstancia se le puede sacar el jugo de alguna manera.
Tomé la grabación la edité agregándole un poco de reverberación, amplifiqué el sonido y quité los ruidos de fondo.
Las imágenes que complementan el sonido de la grabación son fotos que capturé hace unos años en algunas costas a orillas del océano Pacífico en México. Me recordaron mucho a las costas del oriente venezolano.