Amor a la matemática
Quisiera sumar los besos de tu boca en la mía, restar la distancia loca que nos separa, multiplicar tus abrazos que me hacen falta, dividir en dos el muro que protege tu casa.
Quisiera regalarte mi amor junto con una flor y su raíz cuadrada, ver contigo el horizonte X desde el menos infinito hasta más infinito, con el sol en Y formando un ángulo recto en el atardecer.
Hagamos que nuestro amor crezca logarítmicamente, vivamos polinomios de aventuras, pasiones exponenciales, dándonos el valor absoluto: amor; número de un conjunto real.
Que las desigualdades e inecuaciones no nos despejen del sentimiento sin importar quién es mayor que quién o si eres menor igual que ayer, pues si hemos girado un ángulo de 180 grados ¿Para qué quieres girar más?
Agudo, obtuso, llano, el resultado siempre es igual, seguimos dentro del área del mismo círculo un triángulo no lo dejes ser jamás, llevando el límite cuando tiende al infinito, sin cero hasta el final.
Quiero ser la tangente que toca un punto de tu curva media, la ecuación de tu felicidad, el compañero que te muestre el seno del arco iris y debajo del área de su curva poderte amar.
Cuando la vida en sus derivadas y diferenciales nos haga más integrales, pase el tiempo y sus magnitudes, el trapecio ya no funcione más, apliquemos la lógica de todo esto: el amor uno por uno es uno y no cambiará.
Recordemos de forma factorial que la vida es como una espiral, geometría vectorial en el espacio sin saber a qué punto Dios nos llevará y el segmento que determinamos un día trazar no lo separó nadie, ni siquiera Pascal.
