Jactancia
Conocí un hombre que se jactaba de tener el cielo como techo de su hogar, lámparas de noche estrellada, claraboya de sol por el día, un río como bañera de lujo, dueño de unas cuantas plazas, duchas de lluvias heladas.
Decía que tenía la habilidad de reciclar el cartón, madera y papel, lo que muchos les cuesta hacer, también se jactaba de entrar a comer en los mejores restaurantes siempre por la puerta de atrás, beber los mejores licores que se pueden mencionar, vivir la vida paseando con su mochila a cuestas, comer todos los días en la calle sin importar que tanto gastar.
Presumía de poder andar descalzo sin que nadie le pudiera reclamar, dormir en cualquier lado sin que nadie le criticara la hora de llegar, llegar tarde al trabajo sin tomar en cuenta la posición del jefe, gritar lo que quisiera, gritar sin importar quien le mandara callar.
Se jactaba de tener apariencia de respeto, porque a él nadie le podía faltar y cuando llegada la tarde, sentirse gozoso de ver el atardecer sin tener que separar las cortinas de su habitación, un pequeño espacio con un trozo de colchón.
Hoy me pregunto: ¿Qué será de al vida de ese mortal?
Pienso que por muy rico que esté, ha de sentirse pobre, por no soportar la jactancia errónea de los demás.