La ciencia y la espiritualidad, transformadoras del porvenir
Se puede ser bastante transparente, sensible, buena gente, amable, culto, educado y todo lo que se quiera ser o lo que sea que somos. Pero eso no quita que cualquier factor del entorno ensucie todo lo anterior. Además de todo eso, tener la intención y la acción de ser un buen ciudadano y más aún, una buena persona, honorable y con principios, existen situaciones que por alguna insignificante razón siempre genera una mella de discordia entre tú y las personas que te rodean.
Y muchos dirán: busca en el fondo de tu ser por qué sucede eso; para qué generas esas situaciones; qué pretendes ganar con eso que generas; siempre metiéndote la pata o saboteando tu vida; y un largo etcétera que se inventan como: busca la causa en lo profundo de ti; y todas esas hierbas.
Está bien, pudiera ser que dentro de mí exista una chispa de energía que ocasione el desmoronamiento de una vida intachable o pulcra en el sentido social. Pero existe un factor relevante en todo este enmarañado que el sentido social muchas veces está equivocado y el sentido psicológico o sociológico todavía no alcanza esta meta.
Si muchas de las perturbaciones de una vida cotidiana representan la consecuencia de una vasta herencia generacional, bien sea en los genes o en las energías; si existe una conciencia única e individual que supuestamente se conecta con el resto de las conciencias, entonces, hasta la fecha de hoy ¿Qué hemos aprendido de todo esto? ¿Qué podemos aportar de manera significativa tanto para los individuos que proporcione un resultado satisfactorio para la sociedad?
Sé que existen miles de sociólogos, psicólogos, filósofos y gente en general que le gustaría producir un cambio en el mundo de manera significativa y satisfactoria, tanto para el presente como para el futuro. Y detrás de todas esas personas existen instituciones enormes, grandes en poder que golpean y golpean a través de silentes campañas de desculturización, de enmiendas, de tratados, de sistemas educativos, de muchas acciones que desempeñan el desequilibrio económico, político y social en el mundo, moviendo las fichas a favor de su perpetuidad en el trono. Eso existe y está ahí, así como las jaulas de miedo.
Sé que una gran mayoría de la población conoce esa realidad, si existen miles de letrados que serían más capaces y audaces en convertir la educación en una herramienta en pro del bienestar individual y social ¿Qué debemos esperar? ¿Qué debemos hacer? ¿Cuáles son nuestros pasos a seguir? ¿Quién nos guía? ¿Quién da el primer paso?
Estoy seguro que cada quien desde su pequeño espacio o ambiente en el que se mueve está haciendo su deber, está poniendo su granito de arena. Y sé que es difícil asumir un rol importante y llamativo en esta convulsionada sociedad en donde en apariencia pura parecemos ir hacia mejor porque tenemos más celulares, tablets, computadoras, tenemos “las tres comidas resueltas”, en donde las cifras dicen que la pobreza disminuye y las tasas de mortalidad también. Pero es mera apariencia.
Finalmente todo lo expuesto, todas las cifras que se publican en el mundo, en este mundo donde una parte está absorbida por la distracción, otra encerrada en la jaula de miedo, otra parte atrapada en una falsa felicidad; este mundo donde manda las finanzas, en este mundo con muchas caras pero con un mismo oxígeno, las cifras siempre las muestra la misma institución, nunca hay otra.
¿Y cómo podemos saber qué es verdad y qué no? ¿Cómo podemos cambiar toda esta balanza a favor de todos? Todas esas preguntas, todas esas interrogantes tan simples pero tan grandes a la vez, son como estremecer el árbol y ver que algún fruto caiga al azar y nos alimente de una nueva esperanza. Porque ni yo tengo respuesta.
Los conflictos van y vienen, desde la minúscula relación entre dos personas hasta la mayúscula relación entre dos países. Hay muchos factores que irán cambiando según el avance y velocidad de la información. Hay muchas vidas que vendrán dotadas de un mayor entendimiento y claridad. Hay una transformación pasiva. Mi esperanza sería poder ver esa materialización, pero no creo que sea, porque esa nueva era vendrá dentro de más de medio siglo. Se producirá cuando la ciencia por fin se haya fusionado con la espiritualidad (no con la religión) sino con la espiritualidad y esencia del ser humano.
Así será.