Rapsodia
Cuando de repente se asomaba una luz de esperanza, el cáncer llegó a sus huesos que no podían soportar más el esqueleto fragmentado en muchos sabores, olores, dolores y recuerdos que de por sí traen su néctar de sentimiento, de la niñez, del carisma perdido. La historia es extensa, la vida un soplo que cuando el ocaso nos llega, al voltear notamos que el recorrido no fue más que saltar hacia arriba y volver a caer.
El niño no aguantó la sorpresa, destapó el regalo y miró en su interior que no era más que papel y crayón ¡¿Qué es esto?! Exclamó con gran euforia porque quería un carro y no dibujarlo en papel con colores rosa. La mamá no aguantó el llantén, reprende el comportamiento y sale perjudicada, que si la psicología y los reglamentos, pobre niño mañana crecerá como el árbol torcido que muchos conocemos.
El león ha muerto, vivió una vida lujosa pero cuando le llegó la hora se dieron cuenta de que vivía en casa ajena, su docente le hizo guardar su salvaje carácter viviendo como en una condena. El rigor que representa el rey de la selva quedó sentado en un simple bostezo esperando la cena ¡Nada para cazar! ¡Nada que corretear! Bueno, así las bestias fueron presas rejas tras rejas.
El sentimiento de una madre llorando por un hijo, la muerte más temprana regalada por el maldito destino, destino del que muchos no escapan siempre y cuando estás concentrado, viene alguien con supuesta autoridad de arrebatártelo. Así las cosas, así la vida, cuando pensábamos estar lejos de la partida, nos hicieron llegar mucho antes de lo que se percibía.
Los bomberos llegaron a tiempo, solo para ver terminar caer otra casa, no es posible que con tanta riqueza tengamos que padecer debajo de un techo de taza, hasta los europeos se dan cuenta que el norte y su grandeza, de la nada surgieron con opulencia y el sur sigue engañada por tiranos que no quieren su tierra, parte la cochina que otro siembra, mientras me disfruto la ganancia de la cosecha.