El cambio inherente del camino
Recorrer una y otra vez un mismo camino no significa estar por siempre en él, quizás es un camino momentáneo, pasajero, tanto como lo somos nosotros en él. A veces paso una y otra vez un mismo camino y si observo bien, no es el mismo, siempre cambian muchas cosas, quizás la ruta, el sentido, la dirección siguen siendo igual, pero no el camino en sí.
Este cambia, está vivo, es un camino que en unos momentos está limpio en otros está sucio, unas veces está iluminado otras no, casi siempre hay mucha gente pero en ocasiones hay muy pocas personas. Es un camino dinámico, el camino es dinámico y cada camino es así, cada uno con su particularidad.
A veces me aferro a la idea de que caminaré una y otra vez sobre el mismo camino y que no saldré de él, porque veo eterno el presente, lejano el futuro y un pestañeo el ayer. Y si vuelvo a mirar otra vez el ayer, me doy cuenta de que el futuro será igual, un pestañeo y el presente, que lo considero de mayor lentitud, ni lo habré notado porque siempre estuve pendiente en el ayer y en el mañana, sintiendo el presente como un estancamiento del tiempo.
Una y otra vez ese mismo camino de estar pendiente del origen y el destino, cuando realmente debo disfrutar el camino, sus paisajes, su gente alrededor, su estado de pureza o suciedad. Observar que cada día, aunque esté recorriendo la misma dirección, sentido o ruta, habrá cambiado en algo, mínimo quizás, pero algo habrá cambiado y si algo que está allí “sin vida” cambia de manera inherente al movimiento de la Tierra ¿Por qué no habré de cambiar yo?
