Prisionero de mi propio encierro
La vergüenza de dos turnos ocupados por la desesperación, la impotencia de llevar una vida perfecta y corrigiendo los defectos que cada día fijo borrar de mi mente y mi conducta, el orgullo cayendo y desvanecido por una fuerte intuición de que lo malo está por pasar.
Salgo al cielo cubierto por el blanco espacio relleno de nubes y la brillante luz solar, pienso en mi nacimiento y la grandeza de poder colaborar con este mundo de estupideces que de repente me hacen recordar que soy uno más del montón sin importar quién soy o qué pueda yo causar.
No pretendo ser valiente, ser héroe o un ser supremo sin igual, solo quiero dar el ejemplo de un buen hombre y a este no lo han querido aceptar, solo por el hecho de ver como que algo en mí no está bien, que mi conducta no es normal, que quizás otra vida llevo dentro de mí, pero al final solo soy un ser mortal.
Pienso y pienso en las agonías de otras personas que viven la vida sin importar si están dentro de ella o la sociedad los quiere rechazar y abandonar, personas que alojan días de glorias, días de felicidad, días que vieron la oportunidad y de repente sin pensar se les cerró la puerta quedando afuera sin poder entrar.
Así me sucedió, así me está pasando y por ahora solo quisiera olvidar, la ventaja que tengo es la juventud, lo que me queda por trabajar, pero no sé si esta situación durante esta época continúe hasta que mi cabeza se quede blanca de tanto esperar, una esperanza eterna que sigue adelante cada día fuertemente y siempre empujándome hacia atrás.