Piano tricolor
¿Qué tanto creemos conocer la vida? ¿Qué tanto llegamos a predecir los acontecimientos? ¿Es realidad? ¿Es casualidad? ¿Es coincidencia? No sé lo que es, no tengo la respuesta para tan raras circunstancias y situaciones cuando la vida da su vuelta y nos coloca todo en frente y cerca de nosotros.
En esta semana he pensado mucho en la música, he pensado mucho en los pasos que debería seguir, he pensado en lo mucho que amo la música, en lo que ha sido en mi vida, a pesar de no tener un talento una virtud o algo similar siempre la he apreciado mucho, siempre he dicho que es una bendición. Pese a esto he pensado en dedicarme a ella, pero por otros lados salen otras oportunidades otras puertas se abren, quizás la música es mi aliada y no deba ser parte de ella como muchos lo han sido.
Bien, el caso no es este, el caso es que de gran casualidad que yo en dicha semana todos los días llegué afanado a la casa a ver en la Internet conciertos de piano, música de Frederic Chopin sobre todo, admirando a Dimitris Sgouros, Glenn Gould, Vladimir Horowitz, Gabriela Montero, entre otros.
Es poco lo que sé de piano, pero es un instrumento sin comparación, es complejo, armónico y melódico, ayer, pasando de canal en canal el televisor, viendo si hallaba algo bueno para mirar, lamentablemente comenzaba la noticia y recuerdo de un músico, un pianista, director, arreglista y compositor, un talento más fuera del espectro de la luz, de la faz de la Tierra, siempre había oído hablar de él, siempre lo vi en programas culturales, coleccioné una serie de discos de música clásica donde la narrativa fue escrita por él.
Nunca me llamó la atención saber más de él, sabía que había creado un ritmo adoptado en varios países, el Onda Nueva, un día vino hasta la ciudad a dar un concierto y sin tener nada que hacer asistí, llegó acompañado de una de las voces privilegiadas del país, María Rivas, fue cuando me di cuenta del gran talento y expresión musical que tenía ese señor que demostró ser todo un maestro, interpretando con tal comodidad el piano, acompañando la voz se hacía una poesía todo el concierto, desde que entraron a la tarima hasta salir quedé impactado, fue donde pensé: qué grande es el ser humano cuando demuestra con un arte el valor de ser lo que somos sin perjudicar al prójimo.
Valor, constancia y vocación, Aldemaro Romero, un gran músico de admirar, no conozco su vida personal, pero dejó un tesoro, un legado a esta generación que conoció su obra y a las que vendrán.